Según un estudio llevado a cabo en los Estados Unidos por el ”Seminario Teológico Fuller”, el ochenta por ciento de los pastores cree que el ministerio ha afectado negativamente a su familia. Y la conclusión extraída de otro estudio realizado por la ”Asociación Nacional de Evangélicos”, es que una de las principales razones por la que muchos hombres y mujeres abandonan el ministerio es por el estrés que sufren sus cónyuges.
¿Qué lleva a un pastor a renunciar? ¿Qué circunstancia, o cúmulo de ellas, provoca que alguien cuelgue los guantes o tire la toalla, o como quiera que llamemos a ese acto de abandonar el arado en medio de un surco que se abrió con ilusión y hermosas expectativas? ¿Irresponsabilidad o más bien extenuación?
«Hace años – dice el conocido autor, pastor, evangelista y conferencista internacional José Luis Navajo – entendí que hay un correcto orden de prioridades: Primero Dios, después la familia y en tercer lugar el trabajo, aunque el trabajo sea algo tan sagrado como el ministerio. Y comprendí – hace años también – que, en este asunto, el orden de los factores sí que altera el producto..., lo altera muchísimo. Por eso no debemos remover la jerarquía de esas tres columnas vitales: Dios, familia y ministerio. … Y he decidido escribir acerca de ello».
No confundas no persigue más – ni tampoco menos – que dos cosas necesarias: recordar que la adversidad puede ser el envoltorio de la gran oportunidad y transmitir claves esenciales que nos permitan ser útiles en el ministerio sin ser utilizados, servir sin ser serviles, alumbrar sin quemarnos, y brillar sin gastarnos.