No me cabe duda de que el libro del profeta Oseas bien puede tomarse como un comentario ampliado de 1ª Corintios 13. Al recorrer sus catorce capítulos, tendrás una clara idea de qué es el amor en términos del Pacto.
Hay por lo menos tres marcos contextuales que proveen luz a la comprensión de la realidad del amor bíblico:
El amor del que habla el profeta es un amor enmarcado en el Pacto de Dios con su pueblo. Dios se ha obligado consigo mismo a expresarle su favor a su pueblo en Pacto. El Pacto es la manifestación de su carácter santo, justo, bondadoso y firme. No puede ser deshecho por las acciones o inacciones de Israel, la Gomer de Dios.
El amor del que habla el profeta es sacrificial, tenaz y arriesgado. ¿Acaso no sufrirá Dios la crítica de haber amado a un pueblo que no lo merecía? Pero, al mismo tiempo, ¿acaso no recibirá alabanza por manifestar su carácter al convertir en su pueblo al que no lo era, al favorecer a quien no merecía ser favorecido?
El amor del que habla el profeta se extiende en el tiempo; viene de antaño por cuanto la promesa de Dios fue dada antes de la época del profeta, pero afirma su realidad a la descendencia de su pueblo hasta el tiempo de la Iglesia, el nuevo Israel de Dios.
El Israel nacional fue peor que Gomer. En los sinópticos, Jesús es el nuevo Oseas en busca de su esposa. En Oseas, Calvino nos ayuda a anticipar a Cristo y su ministerio. “A lo suyo vino, pero los suyos no lo recibieron”, nos recordará el Apóstol Juan (Juan 1:11).
Quiera el Señor usar este nuevo volumen de los comentarios de Calvino para afirmar a su pueblo en todas las latitudes en la seguridad del Pacto de Dios y alentarnos a la fidelidad y al servicio en todas las áreas de la vida.