El libro de Salmos es toda una biblioteca, una verdadera antología, unhimnario completísimo, un precioso libro de cánticos. Podría inclusoverse como un auténtico álbum de fotos, lleno de imágenes que nosmuestran una serie de lugares particulares en el marco de una genuinaexperiencia espiritual.
Los Salmos, en su conjunto, cumplen el cometido de proporcionar contextoy desarrollo, con su correspondiente carga de dramatismo, a los muchosinterrogantes que nos planteamos y que aquí también se plantean: losconflictos, las cargas, los misterios, los sufrimientos que el pueblo deDios padeció y sigue padeciendo hoy día en medio de la aventura de lafe.
Este libro, antología de cánticos para beneficio del pueblo de Dios,comienza y acaba con una nota engañosamente sencilla. En el primero delos Salmos, los buenos prosperan y los malvados perecen – y todo pareceresolverse en la forma adecuada. El último de ellos marca, de hecho, lapauta a seguir: ‘Alabad al Señor’ – porque todo va a ir bien. MichaelWilcock se hace eco, en cambio, del lector que se cuestiona, perplejo,pero ¿eso es verdaderamente así?