El salmista declara que es bienaventurada la persona que ha convertido la ley de Dios en su delicia, que medita en ella de día y de noche. Insinúa una relación con la Palabra que va más allá de las formalidades religiosas. Extiende una invitación a explorar los tesoros escondidos de las Escrituras, aquellos que no están a la vista de quienes llevan demasiada prisa en la vida. Los que se atreven a esta propuesta serán cómo árbol plantado junto a corrientes de agua; árbol verde y frondoso, lleno de vigor.
De día y de noche busca, por medio de una reflexión diaria, conducirnos más allá de la simple lectura del texto bíblico. Ofrece observaciones y conceptos a lo largo de todo el día. El objetivo es lograr una conexión vital y estimulante con el corazón de Dios: un corazón tierno, compasivo e increíblemente generoso. El fruto de ese vínculo será la maravillosa transformación que ocurre en nosotros cuando contemplamos la hermosura del Señor.