John Owen (1616-83). Nació en Stadham (Oxfordshire, Inglaterra). Su padre, Henry Owen, era ministro de la Iglesia Anglicana y pertenecía al ala de los “puritanos”, o reformadores evangélicos. El joven Owen fue un alumno tan prodigioso que a los doce años pudo entrar en la Universidad de Oxford. A sus dones naturales añadió un esfuerzo casi sobrehumano, disciplinándose severamente en cuanto al descanso: sólo dormía cuatro horas durante la noche. Esta fue una de las causas de sus continuos problemas de salud y de su relativamente temprana muerte.
Fue ordenado al ministerio de la Iglesia de Inglaterra, aunque fue algún tiempo después, al escuchar un sermón de un predicador cuyo nombre nunca pudo saber, que llegó a experimentar su conversión personal y la paz con Dios.
Fue llamado a predicar ante el Parlamento inglés en varias ocasiones y fue por un tiempo vice-rector de la Universidad de Oxford. Su verdadera fama se debe no a sus importantísimos papeles en la vida política y académica, sino a sus incomparables aportaciones a la teología. El número de sus obras escritas, la profundidad de su contenido, y la amplitud de los temas sobre los cuales ejercitó su enorme intelecto, le hacen uno de los más grandes exponentes del protestantismo clásico. Era calvinista y aún no ha sido superada su exposición contundente de la teología calvinista.
En sus escritos espirituales se percibe un gran celo así como un sorprendente conocimiento de la obra del Espíritu Santo en el corazón de los pecadores.