Puedo decirles que conozco demasiadas historias de gente que llora sola, en medio de una multitud que le ignora o la condena.
He llegado a saborear la dulzura de Jesús porque he probado la amargura de este mundo roto. No podría entender y mucho menos celebrar la victoria de mi Rey sin antes aceptar la aflicción que este mundo le trajo a Él y a mí.
Este libro es una colección de escritos sueltos que nacieron de la necesidad y que comparten un hilo común: los dolores de habitar un mundo caído mientras vemos a un Rey Jesús triunfante. Mi oración es que sea un bálsamo sobre las heridas que están escondidas y un despertador para los que quizás aún no han tenido que atravesar una pérdida o angustia profunda.
Llorar es parte del plan de Dios para la salvación. Si queremos parecernos a Jesús, esto incluirá lágrimas. Y esto es bueno. De verdad.