La existencia de Francisco de Enzinas fue un ejemplo de juventud bien orientada. A su pasión por saber, a su deseo de avanzar en la educación, a su ansia de formarse, supo añadir una clara visión de qué era lo más importante en esta vida, de cuáles eran las metas hacia las que debía orientar su presente y su futuro. Lo importante no era la fama, el dinero, la popularidad sino la fidelidad de un ideal, la limpieza de corazón y el seguimiento de Jesús por mucho que pudiera costar.