Dios es autoexistente, autosuficiente, eterno, inmutable, omnipresente, omnisciente, omnipotente, soberano, infinito e incomprensible.
Nosotros no. Y eso es algo bueno.
Fuimos diseñados con limitaciones. Nunca fuimos creados para ser Dios. Pero la raíz de cada pecado es nuestro deseo rebelde de poseer atributos que solo le pertenecen a Dios. Llamándonos a abrazar nuestras limitaciones como medios para glorificar el poder ilimitado de Dios, Jen Wilkin nos invita a celebrar la libertad que resulta de dejar que Dios sea Dios.