Un día, desanimado y deprimido por carecer de claras directivas en su vida, Larry Lea acudió a Dios en oración buscando ayuda. Sintió que Dios lo dirigía a un pasaje muy familiar de las Escrituras: el Padrenuestro. Parecía que el Señor mismo le decía: "Ora estas palabras".
Asombrado de que se le pidiera que orara la oración más conocida de todas, obedeció. Luego, escuchó de nuevo la voz de Dios que le decía: "Repite la oración con lentitud".
El autor descubrió algo que cambió totalmente su vida y su ministerio, al usar cada frase del Padrenuestro como un peldaño en el bosquejo de la adoración. Su vida de oración pasó de trabajoso al deleite por medio de la disciplina de orar una ora por día.