¿Qué esperanza tenemos en esta vida, ante tantas dificultades e inseguridades? Las cuestiones a las que se enfrenta esta obra son tan esenciales como el problema de la vida misma, y están en la propia base de nuestra fe. Hay tantas enseñanzas, teorías e ideas, ¿pero han cambiado realmente la vida de alguien? El cristianismo dice tener la respuesta, ¿pero cómo podemos saber si funciona? La prueba que demuestra la verdad de cualquier filosofía es su puesta en práctica. ¿Qué evidencias puede presentar el Evangelio de su capacidad para salvar?; ¿qué diferencia produce realmente en la vida?.
El Doctor, como solían llamar afectuosamente al autor de este libro, Martyn Lloyd-Jones no era un doctor en teología, sino en medicina. Formado en uno de los hospitales más prestigiosos de Londres, llegó a ser asistente con sólo 23 años de uno de los médicos más eminentes de la Inglaterra de los años veinte. Este Lord Horder era especialmente conocido por su habilidad en el diagnóstico. Uno de los legados que Lloyd-Jones recibió de su maestro fue su copia personal de los Principios de Ciencia de Jevon, un tratado sobre el método lógico y científico. Cuando en 1927 su discípulo abandona su brillante carrera para hacerse predicador en un oscuro pueblo de Gales, el Doctor se hace en realidad medico de almas, poniendo su "lógica en fuego y la razón en elocuencia", como a él le gustaba describir la predicación.
Estos mensajes evangelísticos son en realidad sermones presentados a su congregación en Westminster Chapel, Londres, la primavera de 1964. Son once predicaciones basadas en un mismo texto que encontramos en la Segunda Carta que el apóstol Pablo escribe a Timoteo, capítulo 1, versículo 12: "Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé en quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día". Sobre esta grandiosa declaración el Doctor demuestra la verdad del cristianismo, que presenta como la única respuesta a los problemas del mundo. Todos estamos enfermos sin Dios, y necesitamos esta cura, que es la salvación que recibimos por medio de Cristo Jesús en la Cruz.
La verdadera predicación ha de comenzar siempre con el problema. Porque ¿de qué nos sirve saber que Cristo es la respuesta, si no sabemos cuál es la pregunta? Lloyd-Jones siempre empezaba por eso describiendo al mundo tal y como es, perdido y desesperado. El hombre ha buscado muchas soluciones, pero todas han fracasado. ¿Qué podemos hacer entonces?; ¿cuál es la raíz de problema? La verdad es que somos pecadores, en rebelión contra Dios, pero nos cuesta aceptar el diagnóstico. Tenemos que aceptar que no hay otro remedio. Ya que solo hay un camino de salvación, solo un Salvador, Cristo Jesús.
Es esta metodología la que hace de sus sermones algo tan especial. Él trata también el temperamento de Timoteo, que era tímido como sabemos. Pero muestra que el Evangelio es para todos. El cristianismo no va dirigido a cierto tipo de personas, sino que es para todo nosotros, sea cual sea nuestro carácter. El Apóstol no se avergüenza de esta Buena Noticia. Y tampoco debemos hacerlo nosotros.
José de Segovia Barrón