La grandeza se debe medir por la transferencia de éxito a las futuras generaciones. Los verdaderos líderes transfieren el conocimiento, la experiencia, los logros, las oportunidades o las relaciones que acumulan en sus posiciones. Los verdaderos líderes viven en la gente.
Por eso es que Jesús, el mejor líder de todos los tiempos, invirtió tres años y medio en un programa de adiestramiento para un grupo selectivo de personas. Tuvo la idea de vivir para siempre a través de ellos. Jesucristo mentoreó. Él entendió que la mentoría es la responsabilidad más grande del liderazgo.
La mayoría de los líderes fallan en esa área. Dejan un legado de trabajo y no de personas. Le animo a cambiar ese paradigma siguiendo el ejemplo de Jesús.