CADA DÍA QUE PASA SIN ESTAR CARA A CARA CON NUESTRO PADRE, ES UN DÍA PERDIDO.
Vivimos en una sociedad en la que estar desconectado es la mayor desgracia que nos puede ocurrir. Cuando llegamos a un lugar, lo primero que solemos pedir es la clave wifi, porque tenemos verdadero pánico a no estar conectados con el exterior.
Muchos cristianos viven sufriendo un problema infinitamente mayor, y es estar desconectados de Dios, a pesar de asistir a su iglesia todas las semanas, sumergidos en docenas de actividades diferentes. Si no vivimos con Dios cada día de nuestra vida, perdemos la mayor aventura y despreciamos lo que realmente merece la pena; con lo que dejamos de ser nosotros mismos y, por supuesto, de transformar el mundo.