Ida Scudder estaba segura de nunca seguir las pisadas de su padre, médico misionero. Pero cuando vio que las mujeres indias morían porque sus creencias religiosas no les permitían ser tratadas por médicos varones, Ida se sorprendió elevando una oración: «Señor, si así lo deseas, pasaré el resto de mi vida en la India para intentar ayudar a estas mujeres».
En una vida de servicio de casi sesenta años, la doctora Ida Scudder encarnó la verdad y la compasión que se hallan en Cristo. Fundó una facultad de medicina y un hospital prestigiosos, proporcionó asistencia sanitaria que salvó la vida de muchos campesinos y dejó un hermoso legado que sigue beneficiando a millones de personas cada año y repartiendo salud y esperanza.